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Si me permitís intervenir, en mi caso, acabó volviéndose obligatorio al poco tiempo de que Ella se enterase. Aunque se sorprendió al saber que había empezado a usarlo por mi cuenta, dijo que le parecía bien, que si era su esclavo y no podía hacer nada sin su permiso era lógico que tampoco pudiera tener erecciones y que además le daba morbo saber que estaba enjaulado cada vez que salía de casa.
Reconozco que en algunas situaciones a mí también me da morbo. Pero, sobre todo, me recuerda que le pertenezco. Tengo que ponérmelo siempre, salvo en contadas excepciones ya pactadas o si me da permiso expreso para no llevarlo, cosa que no hace casi nunca.
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