Re: Permiso para presentarme: Cyses
Posted by Evg on
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La semana ha pasado muy tranquila, más de lo que esperaba. La amiga de mi Ama apenas me ha hecho caso, sólo me llamó el pasado miércoles para que la acompañase a la compra y, obviamente, para que cargase yo con las cinco bolsas llenas que tuve que llevar andando desde el supermercado y subir por las escaleras hasta el séptimo piso en el que vive, en lugar de en el ascensor. Cuando las dejé en su cocina me hizo desnudarme para ver mis braguitas y mi cinturón de castidad, pero se conformó con eso y un par de azotes dados con sus manos; ni siquiera me llamó para castigarme como le había pedido mi Señora, ellas lo habrán hablado. El caso es que el resto de la semana lo pasé casi como cualquier persona, descansando y disfrutando de unos días libres.
Mi Señora llegó anoche de sus vacaciones. Evidentemente, no me dijo ni dónde había estado ni con quién ni qué había hecho, y cuando le pedí permiso para preguntarle qué tal le había ido me contestó con un no rotundo. Y luego me dijo que debía ir a su casa hoy a las once de la mañana. Aquello me encantó, claro, y enseguida me imaginé de nuevo junto a Ella... dándole la razón una vez más cuando me dice que soy tonto y que cómo puedo pensar a estas alturas que para Ella soy un hombre normal.
Cuando llegué esta mañana Ella estaba arreglada y muy guapa, algo que extrañó un poco porque incluso estaba calzada. Me desnudé y me postré para besarle los zapatos, pero me dijo que también se los limpiara con la lengua, que los quería brillantes porque iba a salir. Yo, su esclavo, me iba a quedar en su casa haciendo la cama, limpiando el polvo acumulado de una semana, fregando los baños y la cocina, tendiendo la ropa y planchando la que me había dejado en una silla. Cuando acabase, debía bajar al bar donde iba a estar tomando el aperitivo para devolverle las llaves.
Así que ese fue mi gran reencuentro con mi Señora después de tanto tiempo. Hice todas las labores domésticas lo mejor que supe y además rápido, para que me diera tiempo a todo y luego bajé hasta el bar que me había indicado, una terraza grande que estaba llena de gente. La vi en una mesa con dos hombres y tres mujeres, así que me quedé cerca de un kiosco que había en la esquina a esperar a que terminasen. Cuando se levantaron un buen rato después, mi Señora se acercó como para saludar a un conocido mientras los demás la esperaban. Le devolví las llaves y me dijo que comiera en el suelo y que estuviera atento al móvil, porque esta noche tendré que llevarle la cena: se va a pedir una pizza, pero debo ir yo a buscarla y a llevársela. "No voy a molestar a un pobre repartidor teniendo un esclavo, ¿verdad?", me dijo. Luego se fue y pude ver cómo uno de los hombres le pasaba el brazo por la cintura.
Pese a mi frustración, porque esperaba poder estar con Ella al menos un poco, no pude evitar una extraña sensación, como de vuelta a la dura realidad. Mi Señora se iba a comer, abrazada a un hombre, con el que seguramente se había acostado, mientras yo me ocupaba de las tareas domésticas y lo más cerca que había estado de tocarla había sido al besarle los zapatos. "Es que eres un esclavo, no un hombre de verdad" me había dicho una vez. Qué razón tenía!