Primera experiencia cuckold
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Mi Ama me ha ordenado que cuente lo sucedido con ella y con su novio, para ver si a los lectores del Foro les resulta entretenida o incluso divertida. Me ha dicho que servirá para que me conozcan mejor y para que yo la siga recordando.
Aunque no creo que el término cuckold del título sea el más apropiado, ya que ellla tiene novio y en realidad, "el otro" sería yo, pero sí se ajusta al hecho de que mi Ama tiene relaciones con otro hombre y no con su sumiso.
Fue hace poco, una experiencia muy intensa para mí y aún hoy la recuerdo casi completa. Aunque quizá las frases que se dijeron en mi presencia no hayan sido exactamente como las cuento aquí, desde luego que el desprecio con el que él dijo "ahí sigue el pringao" y la despreocupación con la que mi Ama le explicaba que me había tenido que castigar, creo que se me van a quedar dentro como uno de los momentos más intensos y duros como sumiso. Y, debido precisamente a esa condición, más excitantes.
Me citó en su casa a las tres, que es cuando sale de trabajar, y al principio fue todo como en otras ocasiones: subí a su casa cuando me lo permitió (muchas veces pico y me contesta, pero no me deja subir y tengo que esperar en el portal), me desnudé y me castigó. Lo único que lo hizo diferente a otras veces fue que me castigó con más dureza de la habitual, de manera que mi espalda, mis nalgas y mis muslos quedaron ardiendo y cruzados por las marcas de su látigo y de la vara. Me ató a la barra de las cortinas del salón, con dos cuerdas lo bastante largas para permitirme quedar de rodillas, me amordazó y me tapó los ojos con un antifaz ciego.
Hasta ahí era todo más o menos habitual. Yo estaba un poco desconcertado porque no creía haber merecido un castigo tan severo, pero pensé que, simplemente, había tenido un mal día y era lo que le apetecía en ese momento. Pero entonces oí el timbre de la puerta y casi salté del susto pese a estar atado. Creo que hasta empecé a jadear y todo, temiendo que alguien pudiese verme en aquella situación. Oí cómo ella preguntaba quién era y cómo abría la puerta.
Y después oí las voces, una de ellas de hombre, así que me puse a temblar. Se había traído a su novio... y claro, me vio al pasar por delante del salón.
-¡Hostia! ¿Y eso? -oí que decía.
-Ay, sí, perdona. Es que hoy tenía que castigarle y me lié un poco, por eso está ahí todavía. Pero tranqui, que está atado, no nos va a molestar.
-Ya, pero hacerlo con un tío ahí atado...
-¿Qué más te da? Anda vamos...
Oí el inconfundible sonido de un beso y, pese a las pequeñas protestas de él, que no le hacía ninguna gracia que yo estuviese allí, se fueron. La habitación de mi Ama está cerca del salón y ella no cerró la puerta. Así que pude oírlo todo: los zapatos que caían, el cinturón que se desabrochaba, las risas, los besos, los gemidos... y hasta las frases de mi Ama acerca de lo grande y rica que estaba la polla de su novio. Yo estaba totalmente ido, con el cuerpo ardiendo y humillado por el hecho de que su novio me había visto en esa vergonzosa situación, pero a la vez excitadísimo, notaba los intentos de mi polla por crecer dentro de su jaula y eso me desconcertaba todavía más. Ya no sabía si pesaba más la humillación, la excitación, si aquel era el peor día de mi vida o en cambio mi mejor día como esclavo: mi Ama me castigaba y luego se follaba a otro.
Estuvieron cerca de media hora, quizá más, pude oír sus gemidos y sus orgasmos y luego las risas. Aunque no les entendía bien, imaginaba que parte de ellas serían por mi culpa. Yo estaba sudando, colorado como un tomate por la vergüenza y a la vez excitado como nunca. Luego oí más ruidos y por fin pasos.
-Joder, y ahí sigue, el pringao -decía él con marcado desprecio.
-Ya te dije que no se iba a mover. Ni caso, como si fuera un cojín del sofá.
-Ya, pero no vuelvas a traerlo, ¿vale? No me mola hacerlo contigo con un tío en pelota en el salón. Anda, ¿y eso? Si tiene el culo rojo.
-Ya te dije que le había castigado...
El resto de la conversación no la pude oír bien, ya que se fueron y además bajaron el tono de voz. Un tiempo después, mi ama cerró la puerta de la calle y regresó al salón, pero ni siquiera entonces me soltó: encendió la tele, se tumbó en el sofá y se fumó un cigarrillo.
Espero que os haya gustado. Imagino que a algunos les parecerá poca cosa, pero desde luego para mí fue una experiencia brutal, excitante y humillante a partes iguales y, sinceramente, hoy no me veo con ánimo para repetirla. Aunque, claro, eso no depende del todo de mí...